15 de diciembre de 2015

El amante del tic tac


Un muro de silencio, dos desconocidos que una vez fueron amantes, el eco de los corazones hechos trizas, y a lo lejos, un reloj de arena, goteando poco a poco el tiempo, tiempo convertido en una arena rosácea y ondeante cual vaivén de las olas.

Se gira y me pregunta: - Pero... ¿tú me quieres?.

Le miro fijamente con los ojos vidriosos, sosteniendo entre mis manos la poca dignidad que me queda.
- No me preguntes si te quiero, sino porqué ya no te sigo queriendo.- Palabras que me invaden la boca, pero son incapaces de pronunciarse.

Apenas sesenta segundos interminables de silencio, que se rompen con el sonido de sus pasos, lleva su maleta consigo. Le observo alejarse hasta que su silueta se funde con la oscuridad del pasillo. Cierra la puerta con intención de regresar algún día, y baja las escaleras.
Cierro los ojos y me concentro en sus pasos, ya había vivido este momento antes, pues lo había visualizado millones de veces en mi mente, con la diferencia de que la de verdad, me punzaba el alma.

Se llevó todo, menos el tiempo, y me dejó ese desgastado reloj de arena, que no parece llegar nunca a su fin.
El volverá, lo sé, cuando el último grano de arena rosa caiga sobre este océano de tiempo, y  lo detenga.

Mientras tanto, yo lo recuerdo en cada tic tac.


"Esa manía tuya de salir corriendo,
esa costumbre mía de esperarte,
ese defecto nuestro de dejarnos huella".