4 de abril de 2013

Rota

Si bien es cierto, que el amor puede con todo, en una relación, también el amor se desgasta, y cuando esto ocurre, no hay salvación ninguna para los amados.
Cuando un corazón se consume, la herida es tal, que sigue latiendo, pero no viviendo. Y cuando se llega a este punto, el daño es irreparable, y el dolor traumático.

El amor se va evaporando, de una forma invisible, en cada decepción, en cada desilusión, en cada pelea, con cada mentira, y gota a gota, a través de las lágrimas, lágrimas que no fluyen, pero inundan el alma y la envuelven en desasosiego.

En estos momentos se libra una batalla interior, porque el vaso rebosó tras la última decepción, se quebró la paciencia que mantenía el agua mansa, ahora está todo sepultado bajo el agua, los sentimientos desgarrados, y el amor hundido, bajo todo este peso, cubierto de un lodo de dolor.

He sido destinada a una muerte lenta, y mientras me desangraba gota a gota, él fue testigo de este delito. Un delito, del que probablemente ni ha sido consciente, pero si culpable, por todas las veces que le supliqué ayuda y clemencia, y no hizo caso. Se lo avisé todas las veces que me desplomaba con cada desengaño. Y hoy, no hay vuelta atrás, mi corazón ya hizo la maleta, y me abandonó, al igual que él.

Abatida, herida, abandonada.... pero ya no me acuerdo si tus ojos eran marrones, o negros...
Los pájaros saben que no hay invierno que dure cien años y que, al pasar la tormenta, la primera semilla que brota es el sol.


"A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir cruzándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta."